Introducción
En el siglo XVII, la poesía lírica alcanza gran calidad y como todo arte barroco presenta fuertes contrastes en tonos (reflexivo, burlesco) en temas (graves, intrascendentes) y en formas o estilos (culto y popular). Algunos de los temas en el barroco son: el amor, dónde aparece una descarga de pasión y un tono de desesperación, es muy frecuente la unión del amor y la muerte en los poemas; la naturaleza se convierte en materia suntuaria que atrae la atención sobre sí misma; la mitología a veces se convierte en motivo de visión humorística y hasta sarcástica; el desengaño: especialmente sobre lo efímero de los valores mundanos; la brevedad de la vida: el reloj aparece como símbolo del tiempo y de su fugacidad; la muerte está muy presente como un elemento de desequilibrio; carpe diem: invitación a gozar de lo que ofrece la vida).
En cuanto a la métrica alcanzan gran perfección el soneto y el romance, y aparecen la décima (abab: ac: cdcd) y la silva, combinación libre de heptasílabos y endecasílabos consonánticos.
En el estilo barroco se han distinguido dos tendencias: el conceptismo basado en el ingenio, cuyos máximos exponentes fueron Francisco de Quevedo y Baltasar Gracián, y el culteranismo preocupado por la belleza formal, representado por Luis de Góngora.
Aunque tradicionalmente se ha diferenciado entre la corriente conceptista y la culteranista, en realidad no hay una oposición entre ellas porqué ambas pretenden una expresión complicada mediante asociaciones ingeniosas y tienen una voluntad minoritaria ya que el lector debe hacer un esfuerzo interpretativo.
Conceptismo
El conceptismo refleja la estética barroca centrada en el intelecto, en el juego de ideas o conceptos sirviéndose de un lenguaje más natural y sencillo en apariencia. La polisemia, las elipsis, las antítesis, las paradojas, son algunos de los recursos lingüísticos que aparecen. El conceptismo generalmente se da más en la prosa. Tiende a la brevedad, al lenguaje elíptico y suele usar metáforas, a menudo despectivas, su finalidad es la sutileza. Su máximo representante es Francisco de Quevedo.
Francisco de Quevedo (1580-1645) nació en Madrid, cursó estudios humanísticos y teológicos y participó en el entorno de la corte. Las intrigas palaciegas marcaron el resto de su vida y le procuraron un destierro y una estancia en prisión durante 3 años, de la que salió viejo y enfermo, poco antes de morir. Fue amigo de Cervantes y de Lope de Vega, y enemigo acérrimo de Góngora, que se convirtió en el blanco de muchas de sus sátiras.
Francisco de Quevedo
Culteranismo
El culteranismo consiste en no expresar con naturalidad y sencillez los conceptos, sino amaneradamente. Es una forma de expresión casi exclusiva de la poesía. La poesía culterana seguía la tendencia iniciada por Fernando de Herrera que aspiraba a crear un lenguaje poético diferente de la lengua común. Se caracteriza por la intensificación y acumulación de recursos que empleaban los poetas barrocos, como por ejemplo, abundantes neologismos, metáforas atrevidas, abundantes hipérbatos, alusiones al mundo mitológico... Los culteranos persiguen la brillantez formal, es un arte difícil para minorías cultas. Su finalidad es estética, el arte esta visto como forma no como contenido. Góngora es quién mejor representa el culteranismo.
Luís de Góngora

Su poesía no pretende representar la realidad, sino transformarla, mediante las metáforas, en un mundo nuevo de la belleza. En general, su poesía es esteticista porqué es muy sensorial y logra la admiración del lector porqué va dirigida a la inteligencia, pero pocas veces conmueve ya que no expresa sus sentimientos. En su obra se distingue una poesía culta y otra cercana a la lírica tradicional. En la poesía culta sus obras más destacadas son La fábula de Polifemo y Galatea y Las soledades. La faceta tradicional de Góngora es representada por los romances y letrillas.